Las relaciones de trabajo que se desarrollan en un medio competitivo, tienen siempre un factor que es el rechazo.
Experimentar algún tipo de rechazo puede provocar un bloqueo en el desarrollo de nuevas propuestas y falta de involucramiento en nuevas actividades e inhibir la participación.
La aversión al rechazo existe desde épocas ancestrales, cuando la habilidad de cazar en grupo pudiera ser un factor de prosperidad o una sentencia de muerte. Las personas con mejor desempeño tienen fuertes posibilidades de continuar a integrar el grupo y ser imprescindibles para la supervivencia.
Hoy en día, la supervivencia no está directamente relacionada pero las consecuencias del rechazo son negativas y afectan a la autoestima, el entusiasmo, básicamente la forma de actuar del individuo.
Considerando el rechazo como una inevitabilidad, la forma de lidiar con el no, va a tener consecuencias directas en las interacciones futuras.
Mantener un estado mental saludable ayuda a superar los estadios de rechazo y a disponibilizar los puntos fuertes para nuevas tareas.
Las personas que más fácilmente rebasan el rechazo tienen estas características:
Aunque el rechazo tenga un indicio negativo, estos momentos son de aprendizaje y el conocimiento individual y organizativo se puede desarrollar.
Cuando se rechaza o se es rechazado, se busca una nueva oportunidad y garantiza que la cooperación sea canalizada para obtener nuevas ventajas.
La amenaza de rechazo siempre va a existir. El truco es no dejar que domine en el ambiente del trabajo y el relacionamiento entre las personas, hasta el punto de impedir la progresión o perder recursos organizativos.