Si gestionas una empresa y este es un tema que todavía te preocupa, descubre cómo dar los primeros pasos a través de la concienciación y el compromiso.
Hablar de igualdad en el lugar de trabajo no es un ejercicio teórico y mucho menos un tema obsoleto. Es reconocer que, incluso con avances importantes, desde la legislación nacional hasta las políticas europeas , siguen existiendo desigualdades que se manifiestan de forma sutil: en los ascensos que nunca llegan, en las reuniones donde no todos tienen voz, en los salarios que aún no reflejan el mismo valor para el mismo trabajo, entre otros.
Todos deben saber cómo progressar, sin depender de impresiones personales o afinidades.
Redactar anuncios neutros, formar equipos de selección diversos y evitar el lenguaje sesgado marca la diferencia.
La igualdad salarial no es solo una sugerencia, es una obligación. De esta forma, valores como la transparencia son esenciales.
Horarios adaptables, teletrabajo y apoyo a la parentalidad crean condiciones reales de equilibrio.
La formación ayuda a las personas a reconocer y corregir los prejuicios automáticos que influyen en las decisiones.
No todos tienen los mismos contactos o confianza. El acceso al crecimiento debe ser proactivo e inclusivo.
Un ambiente seguro es aquel donde todas las voces pueden ser oidas sin temor.
Medir es esencial para evolucionar. Sin datos, todo queda en la percepción.
Fomenta una cultura de escucha y respeto.
Los equipos inclusivos valoran diferentes experiencias e innovan más por ello.
El compromiso con la igualdad debe ser visible en las acciones de la alta gerencia. El ejemplo lo es (realmente) todo.
Promover la igualdad en el lugar de trabajo no es solo hacer lo correcto. Es cumplir la ley y actuar de acuerdo con los compromisos asumidos a nivel nacional e internacional.
En España, este principio está consagrado en la Constitución Española, que su artículo 14 garantiza el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. La Ley Orgánica 3/2007, para la Igualdad efectiva entre mujeres y hombres, refuerza este compromiso en el contexto laboral, prohibiendo la discriminación directa e indirecta en el acceso al empleo, las condiciones de trabajo, la promoción y la remuneración. Esta ley fue complementada por normas como el Real Decreto 901/2020, que regula los planes de igualdad en las empresas, así como su obligatoriedad.
Sin embargo, este deber va más allá de nuestras fronteras. A nivel europeo, la Unión Europea impone reglas claras: el artículo 157 del Tratado de Funcionamiento de la UE establece que mujeres y hombres deben recibir el mismo salario por un trabajo igual o de igual valor. La Directiva 2006/54/ce refuerza este principio, exigiendo igualdad en el acceso al empleo, la formación, la promoción y las condiciones de trabajo.
En el plano internacional, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) es una de las voces más influyentes en la defensa de un mercado laboral más justo. En 1999, lanzó la Agenda de Trabajo Decente, centrada en cuatro pilares fundamentales: creación de empleo, respeto por los derechos en el trabajo, protección social y diálogo social. Esta visión fue reforzada por la Declaración sobre la Justicia Social para una Globalización Equitativa (2008) y por las Políticas Estratégicas de la OIT 2010 - 2015. El mensaje es claro: no hay trabajo digno sin igualdad real.
A pesar del marco legal y el discurso público, la práctica deja mucho que desear y los números hablan por sí solos:
Estos números no son solo estadísticos, son síntomas de una cultura organizacional que aún tiene un largo camino por recorrer.
Promover la igualdad en el trabajo es, sí, una cuestión de valores. Sin embargo, también es una decisión estratégica. Los equipos diversificados toman mejores decisiones, innovan más, retienen talento con mayor eficacia y representan mejor a la sociedad en la que están insertos.